El
mundo ha vivido en dos partes. El hombre ha
hecho su propio mundo mientras la mujer ha vivido en una sombra... ha creado su
propio mundo en la sombra. Es muy desafortunado, porque un hombre o una mujer,
para estar completos, para ser un todo, deben poseer todas las cualidades
juntos. Tanto los hombres como las mujeres deberían de ser tan suaves como un
pétalo de rosa y tan duros como una espada... juntos. Entonces, sea cual fuera
la oportunidad y siempre que la situación lo requiera... Si la situación necesita
que seas una espada, estar listos; si la situación necesita que seas un pétalo
de rosa, estar listos. Esta flexibilidad -entre el pétalo de rosa y la espada-
enriquecerá nuestra vida.
Es
muy difícil para una mujer decidirse, porque es más fluida, más un proceso y
menos solidez. Esa es su belleza y gracia. Es más parecida a un río, no para
de cambiar. El hombre es más sólido, más directo, seguro, decisivo. De modo que
siempre que sean necesarias decisiones, escucha a un hombre. Y cuando no se
necesiten decisiones, sino flotar a la deriva, entonces es la mujer la que
puede ayudar al hombre a escucharla a ella.
La
mente femenina puede revelar muchos misterios, igual que la mente masculina
puede revelarlos; pero así como existe un conflicto entre la ciencia y la
religión, de la misma manera hay un conflicto entre el hombre y la mujer. Se
espera que un día el hombre y la mujer se complementen en vez de estar en
conflicto, pero ese será el mismo día en que la ciencia y la religión también
se complementen. La ciencia escuchará con comprensión lo que diga la religión,
y la religión escuchará con comprensión lo que diga la ciencia. No habrá
invasión, porque los campos son absolutamente diferentes. La ciencia se mueve
hacia el exterior, la religión hacia el interior.
Las
mujeres son más meditativas, los hombres más
contemplativos. Pueden pensar mejor. Estupendo... cuando se requiera pensar,
escucha al hombre. Las mujeres pueden sentir mejor. Cuando sea necesario
sentir, escucha a las mujeres. Y tanto sentir como pensar hacen que una vida
sea completa. De manera que si de verdad están enamorados, nos convertiremos en
un símbolo de yin/yang. ¿Habrás visto el símbolo chino del yin/yang? Dos peces
casi se encuentran y funden entre sí en un movimiento profundo, completando
el círculo de energía. Hombre y mujer, hembra,
y macho, noche y día, trabajo y descanso, pensar y sentir: no son elementos
antagónicos, son complementarios. Y si amas a una mujer o a un hombre, nos
veremos tremendamente potenciados en nuestro ser. Nos volveremos completos.
El
hombre y la mujer son dos partes de un todo;
su mundo también debería ser un todo, y deberían compartir todas las
cualidades sin distinción... ninguna cualidad debería ser catalogada como
femenina o masculina.
Cuando
haces que alguien sea masculino, esa persona pierde grandes cosas en su vida.
Se queda seco, se estanca, se vuelve duro, casi muerto. Y la mujer que olvida
por completo cómo ser dura, cómo ser una rebelde, está destinada a convertirse
en una esclava, porque solo posee cualidades blandas. Ahora bien, las rosas no
pueden combatir con las espadas, serían aplastadas, aniquiladas y destruidas.
Aún no ha nacido un ser humano
total. Ha habido hombres y ha habido mujeres,
pero no ha habido seres humanos.
La masculinidad
puede tener dos direcciones, igual que le sucede a la feminidad. La mente
masculina puede ser agresiva, violenta, destructiva... esa es solo una de las
posibilidades; los hombres han intentado eso, y como resultado la humanidad ha
sufrido mucho. Y cuando los hombres prueban ese aspecto negativo de la masculinidad,
de forma natural las mujeres comienzan a adoptar la feminidad negativa, con el
fin de no separarse de los hombres. De lo contrario, el abismo sería demasiado
-grande, insalvable. Cuando la feminidad es negativa, es inactividad, letargo,
indiferencia. El hombre negativo únicamente puede tener un puente con una
mujer negativa.
La
masculinidad positiva es iniciativa, creatividad,
aventura. Son las mismas energías, pero moviéndose en un plano diferente. La
mente negativa masculina se vuelve destructiva, la mente positiva masculina se
vuelve creativa. La destructividad y la creatividad no son dos cosas, sino dos
aspectos de una energía. La misma energía puede tornarse en agresión y en
iniciativa.
Cuando la
agresión es iniciativa, posee una belleza propia.
Cuando la violencia se transforma en aventura, en exploración, exploración de
lo nuevo, de lo desconocido, tiene un beneficio tremendo. Y lo mismo sucede
con lo femenino. La inactividad es negativa, la receptividad es positiva. Se
parecen, tienen un aspecto muy similar. Nos harán falta ojos muy penetrantes
para ver la diferencia entre lo inactivo y lo receptivo. La inactividad es,
sencillamente, aburrimiento, muerte, desesperanza. No hay nada que esperar,
nunca va a suceder nada. Es caer en un letargo, en una especie de
indiferencia. Lo receptivo es una bienvenida, es una espera, tiene una
plegaria en su interior. La receptividad es un anfitrión, la receptividad es un
útero.
La indiferencia
y el letargo son venenos. Pero lo mismo que se
vuelve indiferencia puede transformarse en desapego, y entonces posee un sabor
por completo diferente. La indiferencia se parece al desapego, pero no lo es;
la indiferencia es, sencillamente, falta de interés. El desapego no es la
ausencia de interés... el desapego es el interés absoluto, un interés
tremendo, pero aún con la capacidad de no aferrarse. Disfruta del momento
mientras está ahí, y cuando el momento comience a desaparecer, como todo está destinado
a desaparecer, déjalo ir. Eso es desapego.
Un hombre,
para ser realmente masculino, ha de ser aventurero, creativo, ha de ser capaz
de tomar tantas iniciativas en la vida como le sea posible. La mujer, para ser
de verdad una mujer, ha de ser un estanque de energía detrás del hombre, para
que la aventura pueda disponer de tanta energía como sea posible. La energía
será necesaria para que la aventura pueda tener cierta inspiración, cierta
poesía, de modo que el alma aventurera pueda relajarse en la mujer y verse rellenada
con vida, rejuvenecida.
El
hombre y la mujer, juntos, moviéndose de manera positiva, son un todo. Y la
verdadera pareja -y hay muy pocas parejas verdaderas- es una en la que cada
uno se ha unido con el otro de una forma positiva.
Si
el poeta sabe que la mujer está detrás de
él, apoyándolo, su poesía puede alcanzar grandes
alturas. Si el hombre sabe que la mujer está siempre con él, posee una gran
fortaleza; puede lanzarse a cualquier aventura. En cuanto siente que la mujer
no está con él, se le agota la energía. En ese momento solo le quedan sueños;
pero son impotentes... carecen de energía, no se pueden llevar a cabo. El
factor de realización es la mujer. El factor de soñar es el hombre.
En la búsqueda de Dios, o de la verdad, el
hombre ha de conducir y la mujer ha de seguir. En nuestro interior el animus
ha de convertirse en maestro y el ánima en discípulo... y recuerda,
ajenos a que sean hombre o mujer.
La
mujer es inactiva. El hombre es dinámico. Por
eso ves a las mujeres con aspecto apacible y a los hombres con aspecto
inquieto. Incluso cuando eran bebés, bebés pequeños, la diferencia estaba ahí.
El niño bebé es muy inquieto, intenta agarrar esto, agarrar lo otro, trata de
llegar a alguna parte; es un incordio. Y la niña bebé jamás es un incordio; se
sienta abrazando en silencio a su muñeca. Un tremendo reposo... El principio
del reposo es la mujer y el principio de la inquietud es el hombre, de ahí las
redondeces y la belleza de una mujer y el estado constantemente febril de un
hombre.
Pero
para crecer necesitaras el principio de la inquietud en nosotros, porque el
crecimiento significa cambio. La mujer es básicamente ortodoxa, el hombre
básicamente es poco convencional. La mujer siempre apoya el statu quo, y
el hombre ya está dispuesto a ir en pos de cualquier estúpida revolución. Apoya
cualquier cosa en cambio. Que sea un cambio para bien o para mal es de poca
importancia. «El cambio es bueno».
La
mujer siempre es partidaria de lo viejo, de
lo establecido, sin importar que sea bueno
o malo. «Como siempre ha sido así, ha de ser así».
El
desarrollo requiere que en nosotros se funda el principio del estancamiento.
Si la mujer que hay en nosotros está helada, debe fundirse para que puedan
convertirse en río. Pero el río también necesita el apoyo de las riberas... que
son estáticas, no lo olvides. Si el río careciera de riberas, jamás llegaría
hasta el océano. Y si el río estuviera helado, jamás llegaría hasta el océano.
De modo que el río ha de derretirse, convertirse en agua, y aun así requerirá
el apoyo de las riberas, que son estáticas.
Lo
repito: el hombre ha de ser masculino y la mujer ha de ser femenina, pero de un
modo positivo. Entonces estar juntos es una meditación, realmente es una gran
aventura. Entonces estar juntos aporta sorpresas nuevas cada día. Entonces la
vida es una danza entre esas dos polaridades, que se ayudan y se nutren.
El
hombre solo no será capaz de llegar muy lejos. La mujer sola simplemente será
un estanque de energía sin posibilidad alguna de movimiento dinámico. Cuando
ambos están juntos son complementarios. Ninguno está por encima del otro. Los
complementarios jamás están arriba o abajo, son iguales. Ni el hombre ni la
mujer están arriba, son complementarios. Juntos conforman un todo y juntos
pueden crear algo sagrado que no resulta posible para ninguno por separado.
Son
totales. Reclama aquello que nos ha sido negado
por la sociedad; no temas hacerlo. No temas... si eres hombre, no temas ser
mujer a veces.
Alguien ha muerto; no podes llorar porque eres
hombres y las lágrimas solo son para las mujeres. Qué cosas tan hermosas son
las lágrimas... negadas a los hombres. Entonces el hombre se vuelve más y más duro, violento, ansioso.
Me
gustaría que los hombres también pudieran
llorar como las mujeres. Dejar que las lágrimas
fluyan, nos suavizarán los corazones. Nos harán más líquidos y fluidos.
Derretirán la estructura de nuestra ventana y nos permitirán disponer de
un cielo más grande.
A
las mujeres no se les permite reír estruendosamente, va contra la gracilidad
femenina. ¡Qué tontería! Si no puedes reír con intensidad, nos perderiamos
mucho. La risa debe surgir del vientre. La risa debe ser tan hilarante como
para sacudir todo el cuerpo. No debería ser embriagadora. Pero las mujeres sonríen;
no ríen. Una risa estruendosa es tan poco femenina. Entonces las damas llevan
una vida febril. Poco a poco se vuelven más oníricas, irreales, poco
auténticas.
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