jueves, 18 de julio de 2013

Descubrimiento


Siempre que dos personas se conocen, se crea un mundo nuevo. Por el solo hecho de cono­cerse cobra existencia un fenómeno nuevo, que antes no estaba, que nunca antes existió. Y a tra­vés de ese fenómeno nuevo las dos personas ex­perimentan un cambio y una transformación.
Por separado, somos una cosa; juntos, de inmediato nos transformamos en otra. Ha sucedido algo nuevo. Una mujer, cuando se convierte en aman­te, deja de ser la misma mujer. Un hombre, cuan­do se convierte en padre, deja de ser el mismo hombre. Nace un bebé, y en cuanto nace, la ma­dre también nace. Eso jamás existió con ante­rioridad. La mujer existía, pero nunca la madre. Y una madre es algo absolutamente nuevo.
La relación es creada por nosotros, pero, a su vez, la relación nos crea.

Cuando un hombre ha vivido con muchas mu­jeres, ha realizado muchas clases de trabajo -ha sido zapatero, carpintero, ingeniero, pintor y músico-, naturalmente es muy rico. Cada mujer con la que ha vivido le ha dado algo de color, y cada trabajo que ha ejecutado le ha abierto una puerta nueva a su ser. Despacio, despacio, están abriéndose muchas puertas hacia su ser; su consciencia se expande, se vuelve enorme, inmenso.
Somos nuestra propia experiencia. Por ende, experimentamos más. Antes de asentaros, experi­mentamos todo lo que nos sea posible. La persona verdadera jamás se asienta; la persona verdadera siempre permanece sin hogar, una trotamundos, vagabunda del alma. Permanece continuamente en una búsqueda, preguntando, aprendiendo... nunca deja de aprender. No tengas prisa por ser versados, continua aprendiendo. Llegar a ser versado es feo, no abandonar jamás el aprendiza­je posee una tremenda belleza y gracia, porque es la misma vida.
Cuando conseguimos libertad, al principio nos precipita hacia ella. Empezamos a hacer to­do tipo de cosas que siempre habremos querido ha­cer pero que no se nos permitía. Luego las cosas no tardan en asentarse. Somos conscientes de que todas las mujeres son parecidas, igual que todos los hombres son parecidos. Quizá haya diferen­cias, pero son periféricas. Alguien tiene el pelo negro y alguien tiene el pelo rubio, alguien tiene ojos azules y alguien tiene ojos negros... solo di­ferencias periféricas.
Pero a medida que adquirimos más y más consciencia de muchas personas, a medida que nos re­lacionáis con muchas  personas,  una cosa se nos vuelve absolutamente clara:  que todos los hom­bres son parecidos
-casi iguales- lo mismo que todas las mujeres. Entonces empezamos a asen­tarnos, con una mujer, con un hombre, en una relación más ínti­ma. Emprendemos un tipo de viaje totalmente dife­rente, una nueva peregrinación de intimidad, una intimidad no impuesta. Cuanto más hondo queremos llegar a la otra persona, más tiempo se nece­sita, más paciencia y muchas clases de situacio­nes se necesitan.
El primer amor es realmente grande, porque es el primero... por lo demás es muy peligroso. Es el primero, por ende es muy romántico, pero el romance desaparecerá pronto. No va a convertirse en un cimiento estable; no va a convertirse en nuestro verdadero matrimonio.
 Un hombre, antes de decidir casarse, debería haber conocido a muchas mujeres. Y la mujer de­bería haber conocido a muchos hombres. Solo entonces se puede elegir, solo entonces podrás sentir con quién estas en sintonía. Solo entonces podrás entender con quién empezar a elevarnos.
Antes de poder comprometernos necesitamos tener una gran experiencia de otras personas. Pero ahora nuestra ideología sigue siendo ante­rior a la tecnología. En el pasado era peligroso, porque la mujer podía quedarse embarazada y habrían surgido problemas para ella, para la fa­milia, para toda su vida. Por eso jamás se cuestio­nó que el hombre tuviera que llegar virgen al ma­trimonio. Sin embargo, para la mujer ha sido en todo el mundo un requisito absoluto ser virgen.
¿Por qué este doble rasero? ¿Por qué la mujer debería ser virgen? ¿Y por qué no el hombre? La respuesta que se da es que los chicos son chicos... ¿y las chicas no son chicas?
Sencillamente se debía a que para la mujer no había una protección tecnológica. Pero ahora esa protección existe. Después de la invención del fuego, la píldora es la invención más grande del mundo.  Y los más grandes revolucionarios no son nada comparados con la revolución que ha producido la píldora en el mundo.
Puede que no seamos conscientes de que la píl­dora ha cambiado el mundo... porque ha cambiado todo el código sexual.
Vivimos en una era postecnológica. No es nece­sario que tengamos ideologías pretecnológicas. Algunas cosas de la tecnología son car­gas innecesarias. Las llevamos sin motivo y nos per­turban la vida.   
Los hombres y las mujeres deberían conocerse, y no debería haber prisa alguna para casarse. Des­pacio, lentamente, aprenderemos el arte del amor, y también aprenderemos con quién existe una afinidad espiritual.
No existe necesidad para el matrimonio. Si amamos a una mujer, viviremos con ella. Cuando el amor desaparece, nos despedimos con profunda grati­tud: «Todos los días que pasé contigo fueron me­morables. Los llevaré en mi mente, en mi memoria, como una hermosa fragancia. Me acompañarán co­mo un sueño, un sueño hermoso. Pero ahora ha lle­gado el momento de que nos marchemos, gozosa­mente. A partir de ahora seremos amigos»... no hay necesidad de convertirse en enemigos.
Y ambos se cansan, es simplemente humano. La familia es inhumana. Nos obliga a vivir con una mujer a la que odiamos. Nos obliga a yacer con un hombre al que queremos matar. ¡Es prostitución, no es familia!
Mi definición de la prostitución es hacer el amor con una mujer a la que no se ama, ha­cer el amor con un hombre al que no se ama. Se trata simplemente de un caso de prostitución a largo plazo. Una prostituta está disponible solo por una noche; pagas por ello. Nuestra esposa está disponible toda Nuestra vida, y pagaras por ello. Es un acuerdo económico, financiero. Ha­bremos comprado a la mujer para toda la vida.
Las personas deberían estar juntas por amor, únicamente por amor. Y en cuanto sientan que el amor ya no está, y que permanecer juntas es un foco de tensión y ansiedad, lo mejor es despedir­se antes de que las cosas se tornen demasiado amargas. Marcharnos a la primera señal de frustra­ción, aburrimiento. Encontrar nuevos amigos.
De acuerdo con mi visión, los matrimonios deberían ser disueltos. La gente puede vivir junta toda la vida si así lo quiere, pero no se trata de una necesidad legal. La gente debería mover­se, tener tantas experiencias de amor como sea posible. No debería ser posesiva. Esto destruye el amor. Y tampoco debería ser poseída, porque también eso destruye el amor.    
Todos los seres humanos son merecedores de ser amados. No hay necesidad de estar atado a una sola persona de por vida. Ese es uno de los motivos por los que todas las personas del mundo parecen aburridas. ¿Por qué no pueden reír? ¿Por qué no pueden bailar? Se hallan encadenadas con cadenas invisibles: el matrimonio, la familia, el marido, la esposa, los hijos. Están abrumados por todo tipo de deberes, responsabilidades, sacrifi­cios. ¿Y queremos que sonrían y rían y bailen de alegría? Pedimos lo imposible.
         Hacer que el amor de la gente sea libre, que las personas no sean posesivas. Pero esto solo puede suceder si en la meditación descubrimos nuestro ser. No es algo a practicar. No estoy diciendo, «Esta noche ir con otra mujer como práctica». No obtendrás nada, y podrás llegar a perder a nuestra pareja. Y por la mañana pareceremos tontos. No es una cuestión de práctica, sino de descubrir nuestro ser. Con el descubrimiento del ser surge la calidad del amor impersonal. En­tonces simplemente amaras. Llega un día en que toda esta existencia es nuestra amada. Ese es nuestro potencial. Y cual­quiera que no esté alcanzándolo desperdicia su vida.

El matrimonio es un asunto espiritual, no un fenómeno físico, en absoluto. Es una sinto­nía espiritual. Establecerlo solo cuando empecemos a sentir por alguna mujer o algún hombre que una gran música surge, que penetra algo del más allá. De lo contrario, no deberíamos de tener prisa.

Continua Intimidad.

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